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Sonríe la muchacha bella. Entre sus dedos repiquetean las tapas aterciopeladas de un viejo libro. Lo ha cogido por azar, entre las muchas ediciones que tapizan la mesa de este pequeño puesto del Eixample. En sus labios se intuye una sonrisa, pero este libro no es de risa. Rosas de abril anuncian los días de sol que quedan por venir. Su sugerente aroma se cuela por su nariz. Por Sant Jordi, las anchas avenidas se han enguirnaldado de pétalos carnosos. Si pudieran verlo desde las alturas, tan solo sería una pequeña mota roja en un sistema completo que crece, que vive y que late al ritmo de una ciudad que no descansa. En este pequeño puesto del Eixample, ella se deja mecer por la cadera. Porque ella se nota el corazón latir, porque ella es como rosa entre espinas. Entre las hojas amarillentas, una rosa seca. Preserva aún el vivo color y parte del penetrante aroma. Sonríe la muchacha bella. Sonríe porque estás tú.
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